Había recorrido un largo camino hasta llegar allí, de hecho nunca hubiera imaginado los kilómetros que llegaría a hacer a lo largo de su indefinida vida, y aún hoy le faltan muchos.
Vino al mundo desprovisto de prenda alguna y sin saber hablar ni expresar nada, se compuso pieza a pieza en un largo y laborioso camino fruto del trabajo de numerosas manos, muchas de las cuales ahora no le aprecian en absoluto y ni siquiera se acordarán de él, desde las que talaron el árbol del que saldría hasta las que le pusieron el sello para ser expuesto y vendido. Sí, vendido. Pudo haber acabado siendo mueble, pero fue libro.
Se le pudo ver muchos días en un puesto de la calle Libreros, pero quizá por su discreción –tomo fino de tapas blandas y nada ornamentadas, blanco, sólo amarillento por el paso del tiempo, sin tan sólo una ilustración en alguna de sus páginas. – tardó en ser adquirido la última vez que se puso en venta. Era ya un libro de segunda mano, o de tercera… cuarta. Fue comprado por un capricho, por ser algo distinto, por esa misma discreción que le hacía diferente a los demás, pero no para ser leído. Su comprador lo dejó entre el resto de su colección, la que le llenaba las estanterías del salón haciendo juego con unas cortinas de corte clásico.
Un día la sobrina menor de aquel señor, del coleccionista de libros para decoración, encontró aquel libro. Un libro incoherente para su edad, incomprensible para una mente tan temprana desde la primera página, pero a la niña le llamó la atención y después de husmear sus páginas, su color, su tacto, y hasta su olor, lo guardó a escondidas en un pequeño bolso azul que llevaba siempre consigo. Aquel libro acompañó a la pequeña allá donde fuera durante muchos años. Muchas veces lo usaba, por ejemplo, para fingir que leía revistas del corazón mientras esperaba turno en la peluquería imaginaria a la que “iba” con su prima, cuando jugaban. Otras abría sus páginas de forma curiosa y leía al principio unas palabras sueltas, de páginas sueltas y dispares también, después pequeñas frases, pero pronto se cansaba. No entendía nada, pero seguía llevando el libro consigo.
Un día la niña cerró el libro con nostalgia, despacio y apunto de derramar una lágrima. Fue el día que leyó la última palabra que en él estaba escrita tras haber conseguido hilar la trama. No fue el final de la historia el que la inundó de esa extraña tristeza, fue el darse cuenta de que había acabado, que tras esa página no encontraría ninguna palabra más después de tanto tiempo junto a él. No obstante, también se dio cuenta de todo lo que había aprendido desde que lo tenía. Ella había crecido y el libro con ella también. Después de ese libro, del descubrimiento que la supuso y la puerta que le abrió a la lectura, vinieron otros tantos más.
Quizá ahora no tenga un lugar privilegiado en la biblioteca, tan sólo un lugar más junto al resto de los libros, pero tanto él como sus compañeros han estado en momentos en los que otro nadie no podría ser mejor compañía. Aquel que le llenó de palabras estará orgulloso de él, pero él también lo está, y agradecido.
AnaB.DzSz.
Aplaudid o abuchead.
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Quien compone arte con imágenes y palabras, seguro que es capáz de crear música con ellas.
Elige una canción y haz magia con un cuento.
Un abrazu!
Creo que muchos de nosotros a tenido esa sensación con un libro, quizás no fuera justo el primero, pero sí el que hizo ver que había mucho más que palabras escritas.
Imposible abuchearte hoy. Otra vez será.
1besote
Hoy sólo me paso a dejarte por aquí unos besitos, que hace mucho que no lo hacía.
Mua, mi Bele!
Parece simple,algo ya desapercibido,como el respirar.Forma parte de la rutina de un mundo cada vez mas rutinario.Avanzan las modas,los medios,el cd mató al casette,el grafiti al tapiz,pero nada ha podido eliminar de nuestras vida la omnipresente presencia de un libro.
El ínitmo acto de la comunicación entre el lector y su libro,ese momento invisible en que la emoción rueda ya sin freno hasta la última página devorando el tiempo a su paso,permanece,afortunadamente,intacto.
El sonido de la imaginación.
Entrañable texto Beleita, un abrazo!
Un muy bonito y tierno relato, nena. La amistad de la niña con su recien descubierto amigo es bella. Hacía mucho tiempo que no me pasaba por aquí -casi tanto como por otros lugares -, aunque intento seguiros el hilo.
Como siempre, muy propio de ti, y que me gusta tanto, es ese saber hacer que destilan tus relatos. Unos crudos y directos, otros, como el presente, llenos de sensibilidad. Si es que eres tú, mi princesa; completamente tú. :)
Muchos besos!!!
P.D.: No podía irme de aquí sin dejarte el pequeño apunte… corrector. Así que mírate como "habres" las páginas de ese mágico libro que nos regalas!
Más besos!